La idea de no poner todos los huevos en una sola canasta o de diversificar tu inversión fue merecedora del premio Nobel.
Este mismo consejo sobre cómo manejar tus inversiones, es igualmente recomendable en relación con tu identidad.
Por muchos años, para muchas personas, la respuesta a la pregunta ¿Quién soy? Ha venido principalmente dada por quién soy profesionalmente, cuál es mi cargo, e incluso, en qué empresa trabajo.
Hay empresas y empresarios “creepy” a quienes les encanta esta idea. Quizá sea parte la motivación oculta detrás del movimiento de retorno a las oficinas, porque es también una manera de tener más de ti, y de que vendan el trabajo remoto como algo inmolar. 🫡
Si te pasas ocho horas en la oficina, más una, dos, o más horas viajando. ¿Cuánto tiempo y energía te queda disponible para hacer otra cosa que no sea trabajar, o pensar en el trabajo?
Pero —hablemos honestamente— en buena parte de las empresas si encuentran a alguien que haga el trabajo mejor que tú, igual que tú y más barato, es probable que te reemplacen (aunque una buena empresa va a ayudarte a que desarrolles habilidades para que puedas seguir aportando ahí).
Entonces, si tu identidad está atada a la empresa en la que trabajas —pero te despiden, o empieza a malearse el ambiente laboral— ¿Qué pasa?, te quedas en el aire.
Pensemos ahora en otro fenómeno. Hoy muchas personas necesitan cambiar de industria y profesión, necesitan desarrollar nuevas habilidades para un mundo que está cambiando y llevándose las mejores oportunidades laborales a nuevos espacios. En ese contexto, si tu identidad está atada a la carrera que estudiaste o a quien eres hoy profesionalmente, entonces estás en problemas.
Trabajo remoto y tu identidad
¿Y qué pasa con el trabajo remoto y el aporte que tiene el trabajo en nuestra identidad?. Para abordar esa pregunta usemos la palabra prohibida: pandemia.
Las personas que empezaron a trabajar remoto por primera vez en esta etapa, en empresas sin una cultura desarrollada para el trabajo remoto, se quedaron de la noche a la mañana sin el espacio social en el que ocurrían las interacciones, relaciones y prácticas que en parte daban sustento a esta identidad. Así, el trabajo se volvió algo abstracto, menos personal.
Especialmente en remoto estas acciones necesitan ocurrir por diseño, en cambio, en empresas 100% presenciales, la parte más social del trabajo, es algo que ocurre simple o principalmente por proximidad.
Entonces, habiendo desaparecido el lugar que soporta parte de tu identidad profesional, te vas dando cuenta —aunque sea a la fuerza— de que tu vida es mucho más que el trabajo. Que hay relaciones a las que quieres dar más tiempo, como es tu familia y amistades. Quieres desarrollar otros intereses, hobbies, gustos. Quieres hacer cosas distintas al trabajo, quizá un proyecto lateral, y así.
Las empresas y empresarios razonables saben que es delirante esperar que vivas para trabajar. Y que incluso lo haces peor cuando nunca paras de trabajar. Saben que tu productividad y creatividad aumentan cuando te desconectas del trabajo. Que el tiempo libre mejora tu salud mental y física.
Por eso es importante saber que tu identidad puede estar dada por muchas más cosas, aparte de tu trabajo.
Tu trabajo puede seguir siendo parte de tu identidad, quizá una parte relevante, cada quien puede ir balanceando cómo distribuye eso.
Pero, de todas maneras, es una buena idea diversificar tu identidad.